La Iglesia
Católica fue instituida por Jesucristo para enseñar la verdad. Ella no
tiene el derecho de dar una enseñanza confusa porque la instrucción confusa no
es una enseñanza digna de ese nombre.
Toledo (España), Cadetes de Infantería prestando
homenaje al Santísimo Sacramento, en la fiesta de Corpus Christi
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Estamos en la fiesta de Corpus Christi y
me gustaría mostrarles algo al respecto de la razón por la cual esa fiesta fue
instituida.
Procesión del Corpus Christi, Sevilla – Manuel
Cabral y Aguado Bejarano -1857
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Ustedes saben que los protestantes,
herejes, negaron y niegan la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en el
Santísimo Sacramento. Ese fue uno de los mayores escándalos ocurridos en la
Iglesia en el siglo XVI, que fue un siglo de tantos escándalos. Los medievales
tenían una profunda fe en el Santísimo Sacramento, en la presencia real y, por
lo tanto, una devoción enorme ya sea a la Santa Misa, ya sea a la adoración del
Santísimo Sacramento. Y los protestantes negaron brutalmente la presencia real.
Esa negación fue uno de los puntos de fractura
entre protestantes y católicos y fue recibida por los católicos como uno de los peores ultrajes
que jamás se haya cometido contra Nuestro Señor.
¿Cuál fue entonces la política, porque se puede
aquí hablar de política en el sentido elevado del término, es decir, cuál
fue la táctica pastoral usada por la Iglesia frente a ese hecho?
La Iglesia tenía dos caminos. Ella podía decir:
“bien, nuestros hermanos separados protestantes están negando la presencia
real. Si nosotros afirmamos protuberantemente la presencia real, aumentamos la
separación. Como ellos no aceptan de ninguna manera ese dogma, en la medida en
que nosotros lo afirmamos, ellos se apartan; entonces vale la pena que
repensemos el dogma de la presencia real. Y, tomando en consideración que los
tiempos cambiaron, porque el año 1500 estaba en buenas cuentas bien lejos del
año 1 de la era cristiana, era muy natural que ahora expresásemos la presencia
real en un vocabulario diferente que agradara a los protestantes. No sería una
negación de la presencia real. ¡Esto jamás! Es un dogma definido por Nuestro
Señor Jesucristo y, debido a esto, no diremos lo contrario de este dogma”.
Proclamación del Dogma de la Infalibilidad
Pontificia
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“Pero, en vez de afirmar tan protuberantemente
que Nuestro Señor está realmente presente bajo las apariencias eucarísticas,
presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, podríamos decir lo siguiente:
¿Que es realmente esta presencia? Dios está presente en todas partes y los
buenos amigos protestantes pueden entender que Dios está presente allí, como Él
está, por ejemplo, presente en una flor, o cómo está presente en un pan
cualquiera. Nosotros entendemos que no es así. Que está realmente presente con
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, pero no vamos a decir esto para no crear una
división. Después, vamos a comenzar el diálogo. En el diálogo les decimos:
‘¿qué tal sería si volvemos a estudiar los fundamentos del dogma de la
presencia real, para verificar, en conjunto, hasta que punto ese dogma tiene o
no su fundamento en la Sagrada Escritura?’
El protestante diría: “su duda es hermana de la
mía. Yo también quiero estudiar el asunto, como también usted quiere”. El
quedará con una cierta impresión de que tengo duda, pero yo no dije que tengo
duda.
Entonces comienza una conversación al respecto
del Santísimo Sacramento en la que yo digo: “mire, sería más interesante, en
vez de tomar una posición endurecida, que estudiemos cuál es el modo por el
cual podríamos llegar a un acuerdo. De tal manera que de la tesis ‘Jesucristo
está presente en realmente en la Eucaristía’, y de la antítesis ‘Jesucristo no
está realmente presente en la Eucaristía’, pudiésemos deducir una
tercera posición. Que no sería enteramente una ni otra cosa. Usted cede un
poco, y yo cedo un poco. Y afirmaremos juntos que Jesucristo de hecho está
presente en la Eucaristía. Ahora, si está presente sólo en cuanto Dios, o en
cuanto Hombre-Dios, es un pormenor al respecto del cual cada uno de nosotros
reclama su libertad de posición. Entonces, habremos llegado finalmente a una
síntesis.
“Por esta forma, se podía haber evitado la
ruptura entre protestantes y católicos y el mundo cristiano hoy sería
unánimemente católico. Esto habría dado a la Religión Católica una fuerza, un
vigor, una magnitud muy diferente de la tristeza de esa ruptura, de esa
división que existe. Ustedes católicos, cuando ven las sectas protestantes
pulverizadas y que de lo alto y de dentro de su unidad se reían de esa
pulverización, ¿imaginan bien de qué desgracia se ríen? ¿De qué infortunio se
están burlando? ¿Tienen una idea de cuánto esto representó para el relajamiento
moral de este mundo protestante así dividido? ¿Cuánto representó de luchas, de
divisiones, de dolores y de sufrimiento? La primera cisión partió de ustedes,
cuando rechazaron nuestra novedad. Las otras cisiones ocurrieron en cadena,
exactamente debido a ese rechazo que ustedes practicaron. Ustedes son los
autores de los males de los cuales se quejan y ustedes se ríen de nosotros,
siendo que ustedes nos redujeron al estado en que estamos”.
Si Satanás tuviese que hacer uso de la palabra,
con más inteligencia y con más atractivo, diría más o menos la misma cosa.
Los Santos, los teólogos, los papas que
vivieron en aquel tiempo, siguieron una política enteramente diversa. Y pensaron lo siguiente: la
Iglesia Católica fue instituida por Jesucristo para enseñar la verdad. Ella no
tiene el derecho de dar una enseñanza confusa porque la instrucción confusa no
es una enseñanza digna de ese nombre. La enseñanza confusa es indigna.
Aunque sea involuntariamente, y que el profesor por incompetencia, deje la
confusión reinar sobre el contenido de lo que está enseñando, aunque sea
involuntariamente, no es digno de ser profesor.
Porque la claridad es
la primera de las cualidades del profesor.
Por lo tanto, la primera exigencia de la
enseñanza es ser clara. Si quien enseña no lo hace intencionalmente con claridad, es peor que
un incompetente: es un deshonesto. Porque es una deshonestidad, es un
fraude, que alguien se presente con la segunda intención de no dar la verdad
entera, cuando es esto lo que se espera.
Si, de acuerdo a lo que pensaron aquellos
grandes teólogos y Doctores, la Iglesia guardara silencio a ese respecto,
oyendo los fieles una enseñanza confusa sobre una verdad indispensable para la
salvación, Ella estaría haciendo un fraude a los fieles. Y estaría faltando a
su misión.
En segundo lugar, si la Iglesia
silenciase al respecto de la Eucaristía, haría que los fieles comulguen mal.
¿Quién puede hacer un acto de adoración al Santísimo Sacramento si no tiene
certeza si allí está Nuestro Señor Jesucristo? ¡No es posible! Es decir, la
Iglesia para mantener una unidad pútrida, sacrificaría la vida espiritual de
sus fieles.
Los Padres del Concilio de Trento entendieron
que era necesario hacer lo contrario. Y en oposición al protestantismo, acentuar
el culto al Santísimo Sacramento. Instituir una fiesta para la
adoración del Santísimo Sacramento. Hacer una procesión en la que el
Santísimo Sacramento saliera a la calle, adorado por todos, en que las
multitudes lo adoran de rodilla en tierra, reconociendo que bajo las
apariencias eucarísticas, allí está Nuestro Señor Jesucristo. E impulsar
ese culto de todas las maneras, llegando a esa plenitud que es la adoración
perpetua al Santísimo Sacramento, instituida por San Pedro Julián Eymard.
Era la política de enfrentar,
de no conceder, de luchar, de afirmar,
de proclamar. Era la política de la honestidad, de
la lealtad, de la integridad, de la coherencia. De
ella vino para la Iglesia un torrente de gracias; exactamente las
gracias de la Contrarreforma, que representaron una de las
mayores lluvias de gracias que la Iglesia ha recibido.
Acentuar el culto al Santísimo Sacramento, a
Nuestra Señora, la devoción al papado, fue la respuesta de la Iglesia al
protestantismo. Una
larga respuesta de 300 años, que se fue acentuando. En el siglo XIX, la
proclamación de la infalibilidad papal, la proclamación del dogma de la
Inmaculada Concepción y, en nuestros días, el dogma de la Asunción. Tuvimos una
serie de afirmaciones, de instituciones, etc., desarrollando y afirmando
aquello que el protestantismo negaba. De manera que cuanto más ellos persistían
en su error, tanto más alto íbamos proclamando la verdad. Cuanto más ellos se
dividían, tanto más nuestra unidad se afirmaba.
Hasta que otros vientos soplaron. Vamos a decir
la verdad de frente: hay incontables católicos que ya no tienen más la
coherencia de su fe. No tienen más la pugnacidad, no tienen más
aquella integridad que caracteriza la institución cuando está
viva.
Procesión de Corpus Christi en Orvieto (Itália).
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La Iglesia nunca disminuye de vitalidad, porque
ella es inmortal. Ella
es sobrenatural, ella es divina, pero la correspondencia de sus hijos
puede disminuir y puede, por lo tanto, la densidad de la fe disminuir
el espíritu de muchos hijos de la Iglesia. Ahora, en la fiesta de Corpus
Christi, vemos como el coraje de proclamar los dogmas disminuyó y como, por
consecuencia, hay una disminución de la fe, en incontables de esos que
se dicen católicos.
La fiesta del Corpus Christi es la fiesta del
Santísimo Sacramento, pero ella es una gran lección de combatividad. Aprendamos esa lección,
y procuremos ser cada vez más combativos por amor a Nuestra Señora y por
adoración al Santísimo Sacramento.
Video de Procesión del Corpus Christi en la ciudad medieval de Orvieto, Italia
Extractos
de una conferencia dictada por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a un grupo de
jóvenes, en São Paulo, Brasil, el 28 de mayo de 1970.
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