domingo, 26 de agosto de 2018

San Luis un Rey Cruzado y canonizado





San Luis IX  Rey, estadista, guerrero y hombre de piedad






Aquí tenemos una hermosa oración del Condestable Du Guesclin, santo compañero de Santa Juana de Arco – muy posterior a San Luis – más tarde hecha a San Luis:


“Consérvame puro como el lirio de vuestro escudo, que mantenéis vuestra palabra, incluso si se la das a un infiel, haced que jamás mentira alguna pase por mí garganta, aunque la franqueza me debiere costar la vida. Hombre de proezas, incapaz de retroceder, cortar los puentes de mis fingimientos y que camine siempre hacia el lugar más duro del combate.”


"Consérvame puro como el lirio de vuestro escudo”. Es la castidad del guerrero católico.


"Vos que mantenéis vuestra palabra, incluso si se la das a un infiel, haced que jamás mentira alguna pase por mí garganta, aunque la franqueza me debiere costar la vida".


Es decir, la verdad debe ser dicha incluso delante del más fuertes y aunque cueste la vida, mas no mentir por miedo a nadie. Aunque mi vida esté amenazada, diré al fuerte que me oprime la verdad entera.


"Hombre de proezas, incapaz de retroceder", fue el voto del caballero que nunca retrocede en batalla.


"Cortar los puentes de mis acomodaciones, y que siempre marcha a lo mas difícil".



Es lo mas duro de la batalla, es también lo más duro en todo; lo más duro de la vida, lo más duro en todas las situaciones.



Comentario del Dr. Plinio Correia de Oliveira

Sao Paulo-Brasil, 25 de agosto de 1964



lunes, 20 de agosto de 2018

Ambientes, Costumbres y Civilizaciones




Catolicismo Nº 20 - Agosto de 1952



 Plínio Corrêa de Oliveira


El traje, espejo de una época



Desde el punto de vista meramente material, es decir, como servicio que presta al cuerpo, el traje es un mero abrigo. Se le puede reconocer, como mucho, la función de proteger un cierto pudor que brota de las profundidades del instinto.

Pero quien reconoce que el hombre no es únicamente materia, sabe también que el traje no es sólo un abrigo, sino que, según el orden natural las cosas, debe prestar un servicio al espíritu.

¿Qué servicio? Por una propiedad que no es simplemente convencional o imaginativa, sino que tiene sus raíces en la médula de la realidad, ciertas formas, ciertos colores, las cualidades de ciertos tejidos, producen en el hombre determinadas impresiones, que son más o menos las mismas para todos. Impresiones y, por tanto, estados de espíritu, actitudes mentales, en ciertos casos toda una inclinación de la personalidad. Precisamente éste es uno de los fundamentos del arte. Así,  puede el hombre, por medio de un traje, expresar hasta cierto punto su personalidad moral, lo que fácilmente se puede apreciar en el vestuario femenino, tan propio a reflejar la psicología de la mujer.

El traje profesional tiende a expresar, más que la forma de ser de un individuo, la psicología propia de la profesión: será sobrio como una sotana de sacerdote, grave como la toga de un juez, imponente como un manto real, etc.

Cuando una época se preocupa en elevar al hombre, y tiene sed de dignidad, de grandeza, de seriedad, dispone el vestuario —personal o profesional— de manera a acentuar en cada persona la impresión de esos valores. Será o tenderá a ser noble, digno, varonil, el traje de todo hombre, desde el soberano hasta el último plebeyo. Es lo que se puede apreciar en los trajes de antaño. Publicamos aquí la fotografía de un simple conserje del Banco de Inglaterra, vestido con su traje tradicional. Sería imposible expresar y valorizar mejor la modesta pero real parcela de responsabilidad y autoridad que su cargo, humilde pero honesto, posee.



En las otra foto de abajo se pueden ver contemporáneos nuestros [el presente artículo es de la década de 1950, n.d.t.] vestidos como están habitualmente, en las playas y en los campos de ciertos países, hombres de categoría que le gustan de estar al día con el "progreso". Esos trajes, como es sabido, tienden a invadir toda la vida: ya son totalmente admitidos en el uso común en algunas ciudades.


¿Qué mentalidad refleja esta indumentaria? Todo cuanto se puede tolerar, tal vez, en un niño... y nada más.

¿Qué oportunidad dan esos trajes de reflejar lo que el alma de un hombre bien formado debe traslucir —de cualquier clase social que sea— esto es, gravedad, sentido de responsabilidad, elevación de espíritu?

La respuesta es obvia.

"Dime cómo te vistes y te diré quién eres". Esta máxima, tantas veces falsa si la fuésemos a aplicar a cada persona individualmente considerada, resulta del todo verdadera para las diversas épocas de la Historia.

Dos tipos de vestuario, dos mentalidades, dos estilos de vida.

¡Qué diferencia! ¡Y quién se atreverá a decir que fue un buen cambio!







martes, 14 de agosto de 2018

Assumptio Beatae Mariae Virginis in caelum


¿Cómo fue la Asunción de la Santísima Virgen?


Plinio Corrêa de Oliveira (*)

Asunción de la Virgen María - Anónimo Siglo XVII


Ese dogma era ardientemente deseado por las almas católicas del mundo entero, porque coloca a la Santísima Virgen completamente fuera de paralelo con cualquier otra mera criatura.

Se justifica así el culto de hiperdulía que la Iglesia le tributa. [“hiperdulía”: culto especial reservado a la Virgen Maria, superior a la “dulía”que se dedica a los santos y a los ángeles].

Nuestra Señora pasó por una muerte suavísima que es calificada con una propiedad de lenguaje muy bonita, como la “dormición de Nuestra Señora”.

“Dormición” indica que Ella tuvo una muerte tan suave, tan próxima de la resurrección que, a pesar de ser una verdadera muerte, entre tanto más parecía un simple sueño.

Dormición de María
Nuestra Señora después fue llamada a la vida por Dios, resucitó como Nuestro Señor Jesucristo.

Subió después a los cielos, en la presencia de todos los Apóstoles allí reunidos, y de una cantidad muy grande de fieles.

Esa Asunción representa una verdadera glorificación a los ojos de toda la humanidad hasta el fin del mundo. Es el preludio de la glorificación que Ella debería recibir en el Cielo.

Es interesante que hagamos una re-composición del lugar para imaginarnos cómo la Asunción sucedió. Acerca del hecho no existen descripciones y podemos imaginarlo como nuestra piedad gustaría.

En lo bajo, los Apóstoles todos arrodillados, rezando en un ambiente con algo de inefablemente noble, sublime, recogido, interior.

Podemos imaginar todos los Apóstoles con expresiones de personajes de Fray Angélico.

El cielo llenándose gradualmente de ángeles, a imagen de los ángeles de Fray Angélico también, tomando los coloridos más diversos, con matizaciones e irradiaciones magnificas, un espectáculo absolutamente incomparable.

Dormición de Nuestra Señora, Beato Angélico (1395-1455)

Si Nuestra Señora pudo dar al cielo un colorido tan diverso y producir fenómenos tan excepcionales en Fátima, ¿por qué lo mismo no se habría dado por ocasión de su Asunción al Cielo?
Ella se coloca de pie mientras el respeto y recogimiento de todos aquellos que están allí va creciendo.

La semejanza física de Ella con Nuestro Señor Jesucristo, su Hijo, se va acentuando cada vez más. 

La gloria de Nuestro Señor transfigurado se va comunicando a Ella.

Ella cada vez más Reina, cada vez más majestuosa, cada vez más Madre.

Todo lo más íntimo de su alma manifestándose de modo supremo en esa hora de despedida.

Algunos ángeles, tal vez, los más espléndidos del Cielo, se aproximan y hacen subir a la Santísima Virgen.

Con el auxilio de ellos, Ella va subiendo y, de a poco, el Cielo se va transformando.

En la tierra, aquella maravilla va mudando, y vuelve al aspecto primitivo.

Los hombres vuelven a sus casas con la sensación que tuvieron en la Ascensión de Nuestro Señor.

Al mismo tiempo están maravillados, con una nostalgia sin nombre, desolados por algún lado, pero llevando en la retina algo que nunca habían visto, ni podrían haber imaginado al respecto de la Santísima Virgen.

Inmediatamente, el triunfo de Nuestra Señora comienza en el Cielo. La Iglesia gloriosa entera va a recibirla. Nuestro Señor Jesucristo la acoge, todos los coros de ángeles están ahí, San José está cerca. Después es coronada por la Santísima Trinidad.

Es imposible pensar en ese triunfo terreno, sin pensar en el triunfo celestial que vino enseguida.

Es la glorificación de Nuestra Señora a los ojos de toda la Iglesia triunfante y a los ojos de toda la Iglesia militante.

Con certeza, en ese día también la Iglesia padeciente en el Purgatorio recibió una efusión de gracias extraordinarias.

No es temerario pensar que casi todas las almas que estaban purgando sus penas fueron liberadas por Nuestra Señora ese día. De manera que también allí hubo una alegría enorme.

Así es que podemos imaginar como fue la gloriosa Asunción de nuestra Reina.

Algo de eso se repetirá cuando venga el Reino de María prometido en Fátima, cuando veamos el mundo todo transformado y la gloria de Nuestra Señora brille sobre la tierra, porque Su reinado comenzó de modo efectivo, y días maravillosos de gracias como nunca hubo antes, comienzan a anunciarse también.

Antes de contemplar la gloria de Nuestra Señora en el Cielo, nosotros habremos de contemplarla en la tierra ciertamente, con algo que podrá darnos alguna semejanza de ese triunfo sin nombre que debe haber sido la Asunción de María.
Asunción de Nuestra Señora, Johannes Wielki, Master of the Olkusz Poliptych (1466-1497)
Cuando pensamos en los triunfos que los hombres preparan para sus grandes batalladores, por ejemplo, las tropas francesas desfilando bajo el Arco de Triunfo, después de la Guerra de 14-18, o más modestamente en los triunfos que los romanos preparaban para sus generales vencedores, debemos comprender que Nuestro Señor Jesucristo, que es infinitamente más generoso, debe haber premiado a Nuestra Señora, en el triunfo de Ella a los ojos de los hombres de un modo también incomensurablemente mayor.

Por tanto, todo cuanto existe de más glorioso y triunfal en la Creación, habrá ciertamente brillado en la hora de la Asunción de Nuestra Señora.

Meditando en ello, aproximémonos en esta fiesta pensando en la virtud que debemos pedir a la Virgen Santísima. Cada uno debe pedir la virtud de que más carece.

Pero, no sería pedir en demasía a Ella una virtud, que es el sentido de la gloria de Ella. Es decir, comprender bien todo cuanto representa Su gloria en el Orden de la Creación.

Cómo esa gloria es la más alta expresión creada de la gloria de Dios.

Debemos estar sedientos de defender, por la virtud de la combatividad llevada a su último extremo, la gloria de Nuestra Señora en la tierra.

Hacer de nosotros verdaderos caballeros cruzados de Nuestra Señora, luchando por Su gloria en la tierra.

Esa me parece la virtud más adecuada a pedir en esta fiesta de gloria, que es la Asunción de María Santísima.


(*) Extractos de disertación pronunciada el 14 de agosto de 1965 - Sin revisión del autor.