EL DEBER DE TODO CATÓLICO ES DEFENDER LA VIDA DE LOS INOCENTES

En este siglo, que se ufana de un igualitarismo absoluto e inflexible, no hay acto de injusticia... o de justicia practicado contra izquierdistas, aunque sean radicales en el orden del pensamiento y terroristas en el orden de la acción, que no provoque la erupción en cadena de protestas indignadas del humanitarismo laico universal: instituciones internacionales de gran calibre, gobiernos, personalidades de las más celebradas por la propaganda, programas torrenciales de radio y televisión, vocerío de la prensa, manifestaciones de masas; todo se moviliza.
Sin
embargo, todo ese humanitarismo parece enmudecer — ¡oh, asombro!— cuando se
trata de la protección de las víctimas inocentes, sorprendidas por el asesinato
en el claustro materno,
Nosotros,
los católicos, que para execrar el aborto voluntario tenemos los más graves
motivos, ¿caeremos en tal aberración?
Peor
todavía. Esa matanza es, la mayoría de las veces, fríamente confabulada entre
el padre y la madre, y realizada con la complicidad hiperespecializada de la
ciencia. Y ello hasta tal punto que, «despenalizado» el aborto, la interrupción
técnica del embarazo será una especialidad profesional que dentro de algún
tiempo ya no causará horror. Es decir, se considerará como cosa normal la
matanza de inocentes.
Pero
todo esto, por muy malo que sea, aún no será lo peor. El nefando crimen de
asesinato de inocentes en muchísimos casos no roba a sus víctimas sólo la vida
terrena, sino también la bienaventuranza eterna, ya que, con mucha frecuencia,
los abortados expiran antes de haber recibido el Sacramento del Bautismo.
Alguien
objetará que todas esas consideraciones sólo tienen fundamento en el supuesto
de que el aborto constituye un crimen contra la vida humana; una transgresión
grave del V Mandamiento: «No matarás». Pero, añadir, una designación tan severa
parece exagerada, tratándose de la interrupción de la vida de un ente humano
todavía incompletamente constituido. Sin
embargo, éste no es el caso. Bastará con que le recordemos al lector católico
que los documentos pontificios relativos al asunto siempre censuraron severamente
el aborto.
Criminales,
sí, responsables por «intervenciones mortíferas»: la expresión fluye de la
pluma autorizada de Pío XI. Así, pues, los católicos no pueden
censurar como exagerado el calificativo dado aquí a los que practican el
aborto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario