Plinio Correa de Oliveira
San Benito Abad
Legionário, 20 de marzo de 1938, N. 288, pag. 7
San Benito, el Patriarca de los Monjes de Occidente,
desde niño correspondió a la gracia divina, procurando en todos los actos de su
vida perfeccionarse y servir exclusivamente a Dios.
Entre tanto, hijo de padres ilustres, estos buscaban
darle una educación que lo volviese apto para conquistar las glorias del mundo,
y para eso lo enviarían a Roma para estudiar en grandes colegios.
San Benito no se conformó con su situación, viéndose obligado a vivir en un
medio corrompido como era en aquella época Roma, y resolvió romper
completamente con el mundo, huyendo para el desierto.
Hoy, se acostumbra a suponer que esos lúgubres ermitas
a donde los santos eremitas huían, estaban completamente libres de tentaciones y
por lo tanto constituía una cobardía huir hacia el desierto.
Más allá de la excepcional fuerza de voluntad exigida
de los eremitas para mantenerse apartados, por largos años de todo contacto con
el mundo, San Benito, con la revelación de las tentaciones que sufrió, se
encarga de desmentir cabalmente esa infundada afirmación.
Tan grande era la tentación que él sufría en el monte Subiaco a donde se retiró, que a veces fue necesario que él se lance en los espinos para vencerla, y por esos medios extraordinarios consiguió la completa victoria del espíritu sobre la carne.
Nuestro Señor deseaba, entretanto, que la gloria de su
hijo resplandeciece en todo el mundo y que gran número de almas fuesen por él ganadas
para su causa.
Reveló, por eso, su existencia a un Santo sacerdote, y
dentro de poco el número de personas que deseaba vivir sobre su dirección era
tan grande que fue necesario la edificación de 12 monasterios que así iniciaban
la famosa Orden benedictina.
Dotado de espíritu profético y del poder hacer
milagros, San Benito hizo un apostolado incalculable en su tiempo, predicando
más por el ejemplo de una vida austera e irreprochable. Sus reliquias se
conservan aún hoy, en gran parte, en el monasterio de Monte Casino (Italia).
Llegan casi a ser incomprensibles los pretextos inventados por el mundo para ocultar sus pecados y disminuir la gloria de los Santos de la Iglesia.
Por ejemplo, si la Iglesia nos muestra a un Santo que
vivió en el mundo, venciendo las tentaciones que éste le presentaba, porque de
Ella recibía esa gracia, cumpliendo aquello para lo cual había sido llamado,
entonces el mundo descubre imperfecciones, diciendo que no tenía coraje de enfrentar
la vida de recogimiento.
O si la Iglesia nos muestra a un Santo que pasó toda
su vida en el desierto o en el recogimiento de un convento, el mundo lo acusa
de ser incapaz de vivir en el siglo y por lo tanto, de ser débil.
Sin embargo, en ambos casos se es héroe, pues uno y
otro deben vencerse a sí mismos y las dificultades que tienen que sobreponerse son
igualmente enormes dentro o fuera del mundo. Es el mundo quien debe disculparse.
De ahí la necesidad que tiene el católico de no prestar oídos al mundo, porque el mundo siempre encuentra de qué hablar, y sólo dejaría de criticarlo cuando, pactando con sus errores, él dejase de cumplir su deber.
Medalla exorcística de San Benito
En el frente de la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el libro de las Reglas en la otra mano, con la oración: "A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia". (Oración de la Buena Muerte).
C.S.P.B.: "Santa Cruz del Padre Benito"
C.S.S.M.L. : "La Santa Cruz sea mi luz" (crucero vertical de la cruz)
N.D.S.M.D.: "y que el dragón no sea mi guía." (crucero horizontal)
En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:
V.R.S. : "Abajo contigo Satanás"
N.S.M.V. : "deja de atraerme con tus mentiras"
S.M.Q.L. : "Venenosa es tu carnada"
I.V.B. : "Trágatela tú mismo".
PAX : "Paz"
ORACIÓN PARA PEDIR SU PROTECCIÓN
Santísimo confesor del Señor;
Padre y jefe de los monjes,
interceded por nuestra santidad,
por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.
Destierra de nuestra vida,
de nuestra casa,
las asechanzas del maligno espíritu.
Líbranos de funestas herejías,
de malas lenguas y hechicerías.
Pídele al Señor,
remedie nuestras necesidades
espirituales y corporales.
Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica;
y porque mi alma no muera en pecado mortal,
para que así confiado en Tu poderosa intercesión,
pueda algún día en el cielo,
cantar las eternas alabanzas.
Amén.
Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias
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