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jueves, 10 de octubre de 2019
martes, 24 de septiembre de 2019
Nuestra Señora de la Merced Patrona del Ecuador
Hoy
es la fiesta de Nuestra Señora de la Merced. Originalmente, este festival era
parte de la Orden Religiosa y Militar de la Virgen de la Merced, que se fundó,
a pedido expreso de la Santísima Virgen, para liberar a los cristianos de la
esclavitud islámica. Como resultado, esta devoción se convirtió en propia de
toda la Iglesia y, por lo tanto, aparece en el calendario litúrgico.
Esta
fiesta se presta a algunos comentarios. El primero es el hecho de que Nuestra
Señora pide fundar una Orden de Caballería. Esto es muy significativo, porque
al contrario de cierto tipo de devoción inclinada a la idea de que la Virgen en
ningún caso querría armar a alguien contra otra persona. Esto debe hacernos
reflexionar y ayudarnos a comprender la mentalidad de la Virgen.
¿Cómo
fue esta orden religiosa y militar?
En
la Edad Media había una gran cantidad de prisioneros cristianos, especialmente
en las naciones musulmanas del norte de África, debido a los hábitos piratas y
la inseguridad de la navegación en el Mediterráneo.
Por
lo tanto, era común que los barcos piratas capturaran barcos cristianos y los
vendieran a musulmanes. También era común que en las guerras entre musulmanes y
católicos, se capturaran barcos cristianos y se los llevaran al norte de
África. Tan pronto como llegaban a esas tierras, esos desafortunados eran vendidos
como esclavos. Como resultado, se mantuvieron distantes de los sacramentos y
expuestos a las peores tentaciones morales, y sobre todo al muy grave riesgo de
perder la fe. Podemos imaginar la desesperación de cada uno de ellos. Por
ejemplo, un hombre tomado prisionero y esclavo, que comete un pecado mortal y
no tiene un sacerdote para absolverlo; aunque le tiene miedo al infierno, en
ausencia de la absolución siente la duda de tener suficiente contrición para ir
al Cielo.
De
hecho, cuando alguien lamenta un pecado, por el amor de Dios, aunque no hay
sacerdote, puede estar seguro de ir al Cielo. Pero cuando se arrepiente por
miedo al infierno, sin la absolución sacramental, no hay perdón.
Y
aquí la Virgen despertó una Orden religiosa que tuvo el siguiente efecto: por
medio de la espada, buscó a tientas la liberación de esos cristianos. Además,
cuando un miembro de esta Orden estaba en condiciones de hacerlo, o si fuera el
caso, pronunció el voto de ofrecerse a cambio, como esclavo, en lugar de otro
católico, para restaurar su libertad.
De
modo que el mercedario, que fue apoyado por una vocación especial para ese
gesto, teniendo más fe en su propia vida espiritual, liberó a un prisionero
sometido a esa esclavitud. Todo esto significaba un acto de amor heroico, digno
de las mejores tradiciones de Caballería: convertirse en esclavo para que otro
pudiera ser libre. No hay conocimiento de una mayor prueba de amor.
San Pedro Nolasco rescata a católicos que estaban prisioneros |
Esta
prueba de amor no tiene que suceder como aquellos que piensan así: "Pobre
hombre... quién sabe cuánto le duele el brazo por las esposas ... con el pie
arrastra una bola de hierro tan pesada y está cubierta de azotar ... Entonces
yo, filantrópicamente hablando, lo reemplazaré ". Esta sería una razón
secundaria. De hecho, la razón principal por la que un caballero de la Orden de
la Virgen de la Merced se movió para hacer este sacrificio fue el peligro en la
Fe en el que incurrieron esas personas.
En
realidad, la merced es una gracia, es un favor. No conozco un título de la
Santísima Virgen más conmovedora. Es Nuestra Señora de las Gracias, la Virgen
de los favores, regalos inesperados, misericordias repentinas. De la que,
considerada como madre, nos prepara hermosas sorpresas y nos brinda, inesperadamente,
aquella con la que no podíamos contar.
¿Qué
padre y madre, siendo realmente cariñosos, no tienen el placer, de vez en
cuando, de darle a su hijo un regalo con el que no contaba? A veces es un
pensamiento pequeño, una pequeña cosa insignificante.
Podemos
encontrarnos con situaciones complicadas; pero de vez en cuando, goteando en
medio de la aflicción, llega una merced. O a veces, al final de una aflicción
viene una gran merced. Y al final de nuestras vidas, cuando cerremos los ojos, vendrá
la merced más grande de todas: Nuestra Señora nos mostrará a Nuestro Señor
Jesucristo, Su Hijo.
Entonces,
podemos recurrir a Ella diciendo:
"Madre
mía, hoy es la fiesta de tu Merced; recuerda que durante mucho tiempo he estado
en una memorable ausencia de misericordia. Sé que probablemente sea mi culpa,
porque no sé cómo pedir, porque soy un hijo gruñón que no puede despertar la
sensibilidad de mi madre.
Y
si me das la cruz de tu Hijo, ¡será mucho mejor que todo lo demás! ”, Porque la
Cruz de Jesús es la gran Merced que Nuestra Señora nos hace.
Plinio Corrêa de Oliveira - 24 de septiembre de 1965
Plinio Corrêa de Oliveira - 24 de septiembre de 1965
miércoles, 11 de septiembre de 2019
¡Porque no eres frio ni caliente te vomitare de mi Boca! Diga NO!!! al Aborto
Desde
la legalización del aborto en los Estados Unidos en 1973 hasta 2009, más de 56
millones de bebés han sido asesinados; realizando la comparación para
comprender el genocidio que esto significa, equivaldría a asesinar CUATRO veces
la población de nuestro país. Hay 150 bebés por hora. Aproximadamente 1 cada 24
segundos. Recordando que se está teniendo en cuenta tan solo las cifras de los
abortos inducidos en los Estados Unidos…
Cuando
termine usted de leer este artículo, 4 o 5 niños inocentes más habrán sido
asesinados. Y el plan de Dios para ellos estaría acabado.
¿Y
nosotros? ¿Tenemos derecho a permanecer indiferentes ante esta gran masacre?
NO!
Miles
de personas en América se han unido con un objetivo común: salvar las 2 vidas,
es decir, la madre y el niño.
En
este sentido, presenciamos con alegría el rechazo macizo del Senado argentino
en relación al aborto en aquel país y las multitudinarias manifestaciones
pro-vida en EEUU que se repiten en
varios países de América del Sur y Europa.
Toda
esta ola de valores morales también se mostró en nuestro amado Ecuador, que, el
16 de marzo del presente año, en Guayaquil, fue el escenario de una Marcha por
la Vida que reunió a miles de personas.
A
continuación encontrará las 5 razones principales por las que el aborto es totalmente
incorrecto y debe combatirse:
1 - El aborto viola los derechos de
Dios
El aborto provocado nunca será una simple elección personal, sino un delito grave contra Dios Nuestro Señor y su creación. La lucha contra el aborto siempre ha sido principalmente una batalla religiosa, y esta práctica infame es una grave ofensa a Dios nuestro Señor. ¡La indignación ante esta grave violación de los Derechos de Dios debe ser la razón principal por la que debemos rechazar el aborto!
2 - Nuestra guerra más mortal
Las
continuas guerras que han sacudido al mundo en las últimas décadas y los
continuos ataques terroristas, han contribuido a algunos de los crecientes
deseos de paz. Sin embargo, a pesar de toda esta preocupación, la guerra más
horrible de todas y el peor de todos los ataques terroristas sigue siendo
inquebrantable. Esta es una guerra que se está llevando a cabo dentro de
nuestras fronteras, tan solo el año pasado se llevo 41 millones de bebes en el mundo.
Este
flagelo es tan horrible como cualquier cosa que los terroristas puedan
imaginar, porque llega al corazón de la humanidad: la familia. Al destruir el
vínculo humano más básico de todos, entre madre e hijo, el aborto disuelve el
vínculo precioso que une a nuestra nación.
Si
bien la madre y el niño son las primeras víctimas, no hay un solo elemento de
la sociedad que no se vea afectado por el aborto. Madre, hijo, padre, esposo,
tía, tío, amigo, hermano y abuelo sufren las cicatrices de este malvado
bisturí.
3 - La vida comienza en la concepción
Esta
es la definición dada en cualquier libro médico de buena reputación. No defender el
inicio de la vida en cualquier momento después de la fusión del óvulo de la
madre y la contribución del padre es irracional y un sofisma impactante.
Una
persona comienza a existir en el momento de la concepción, aunque solo
sea como una célula. Lo importante no es el accidente de tamaño o peso, sino la
esencia, que es totalmente humana. El feto tiene un código genético distinto,
inmutable e irrepetible, único a lo largo de la historia desde la concepción
hasta la muerte. No se agrega nada excepto nutrición y oxígeno.
Solo
máquinas como relojes y automóviles comienzan a existir parte por parte. Los
seres vivos llegan a existir de inmediato y desarrollan gradualmente su mundo
de potenciales innatos.
4 - La humanidad debe proteger la
vida inocente
El
primer y más importante instinto de los seres humanos es la preservación de la
vida. Esto comienza con la auto-conservación y se extiende a toda la humanidad a
través del matrimonio y los lazos familiares.
La
"interrupción del embarazo" constituye en realidad el asesinato de un
ser humano inocente y está en contradicción directa con esta premisa básica de
la naturaleza humana. Esto viola la ley natural y puede dejar a Brasil como un
país incapaz de repoblar sin la ayuda de la inmigración masiva.
5 - El
aborto no es seguro
En
comparación con otros procedimientos médicos, la industria del aborto no está
regulada en gran medida. Si bien no hay estadísticas exactas sobre el número de
mujeres que mueren por procedimientos fallidos, LifeDynamics.com ha compilado
una lista de 249 mujeres asesinadas por abortos legales. Además, el Instituto
Nacional del Cáncer ha encargado un estudio de la Dra. Janet Daling, una
defensora de y colegas del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson,
quienes encontraron un vínculo entre el aborto y el cáncer: “Entre las mujeres
que ya habían quedado embarazadas al menos una vez, el riesgo de cáncer de seno
en aquellas que habían inducido el aborto fue un 50% más alto que que entre
otras mujeres ”.
El
diario oficial de la Asociación Médica Católica, The Linacre Quarterly, publicó
un estudio con hallazgos similares: "Existe evidencia internacional de un
vínculo entre el aborto inducido y el cáncer de seno".
martes, 10 de septiembre de 2019
Señores Asambleístas: No! No! y No!!! al Aborto y al Relativismo Moral.
El aborto es una consecuencia de la pérdida de las nociones de bien y mal. La causa está en un relativismo que niega los principios básicos del orden moral.
El derecho a la vida,
¿una mera concesión social?
El consenso universal sobre la inviolabilidad
de la vida humana inocente es una de las características más profundas de la
conciencia moral y jurídica del hombre.
Aunque las violaciones de este principio han
ocurrido desde los albores de la historia, comenzando con el fratricidio
narrado en el capítulo cuatro del Génesis, el homicidio voluntario siempre fue
considerado una aberración moral.
A través de una formulación negativa, el
mandamiento bíblico «No matarás» 1 es el garante del principio según el cual la
vida humana inocente es un bien sagrado. Tuvimos que llegar al siglo XXI para
presenciar un aplastante y general desvanecimiento de un principio tan
evidente.
Como señala el Papa Juan Pablo II en su
encíclica Evangelium Vitae,
«Se está desarrollando y estableciendo un
nuevo clima cultural que da al crimen contra la vida un carácter nuevo y, si es
posible, aún más siniestro: amplios sectores de la opinión pública justifican
ciertos crímenes contra la vida en nombre de los derechos de libertad
individual, y sobre esta base reivindican no sólo la exención de castigo, sino
la autorización del Estado para que estas cosas puedan hacerse con total
libertad y la asistencia gratuita de los sistemas sanitarios».
Otro punto denunciado en Evangelium Vitae es
el relativismo moral que impregna el «nuevo clima cultural»:
«No sólo el hecho de la destrucción de tantas
vidas humanas por nacer o en su etapa final es extremadamente grave y
perturbador. No menos grave y perturbador es el hecho de que la propia
conciencia, obscurecida por un condicionamiento tan generalizado, está
encontrando cada vez más difícil distinguir entre el bien y el mal”.
El relativismo moral reinante hoy ha logrado
confundir el sentido común con respecto al valor de la vida humana; la vida y
la muerte se han convertido en cosas insignificantes. En consecuencia, millones
de seres humanos ‒los no nacidos‒ terminan su breve existencia en los
recipientes de basura de clínicas de aborto o en laboratorios de investigación.
A juicio de los defensores del aborto libre,
la nueva vida humana en el útero no es más que un «material biológico
potencialmente humano».
Millones de seres humanos terminan su breve existencia en los recipientes de basura de clínicas de aborto o en laboratorios de investigación |
Él o ella es una vida desde el punto de vista
biológico, pero no desde el punto de vista cultural y filosófico. De esto se
deduce que suprimir la vida de un feto es suprimir una vida biológica, no
humana.
Para proporcionar un fundamento filosófico a
esta noción absurda, los teóricos del aborto recurren al relativismo
filosófico, afirmando que no existe la naturaleza humana inmutable.
El ser humano y la persona humana, dicen, no
son más que conceptos históricos y filosóficos, que no corresponden a ninguna
verdad objetiva, simplemente porque la verdad objetiva no existe. Todo es
subjetivo. Por lo tanto, ser y persona son nociones relativas que pueden
definirse arbitrariamente, como las reglas de un juego.
Y esas nociones experimentan el mismo proceso
de evolución que la cultura y la gente.
«De esta manera ‒señala Juan Pablo II‒ se
pierde toda referencia a los valores comunes y a una verdad absolutamente
vinculante para todos, y la vida social se aventura en las arenas movedizas del
relativismo completo. En ese punto todo es negociable, todo está abierto a la
negociación: incluso el primero de los derechos fundamentales, el derecho a la
vida”.
Como consecuencia de concepciones tan
erróneos, la vida del más débil y más inocente de los seres humanos, el
conceptus, queda a merced de los más fuertes, de los padres y del Estado.
Juan Pablo II se refiere a las consecuencias
del relativismo:
«Resultado siniestro de un relativismo que
reina sin oposición: el ‘derecho’ deja de ser tal, porque ya no está firmemente
fundado en la dignidad inviolable de la persona, sino que queda sometido a la
voluntad de la parte más fuerte. De esta manera, la democracia, contradiciendo
sus propios principios, se mueve efectivamente hacia una forma de
totalitarismo”.
Ahora bien, la vida de todo ser humano debe
ser respetada por lo que es, no por una mera concesión social, pues todo
individuo humano es titular de un derecho objetivo, primario e inalienable a la
vida.
Derecho inalienable a
la vida
Esto es lo que afirma el Magisterio de la
Iglesia al enseñar que:
«Hay precisamente un cierto número de
derechos que la sociedad no está en condiciones de otorgar, ya que estos
derechos preceden a la sociedad; pero la sociedad tiene la función de
preservarlos y hacerlos valer”.
«El primer derecho de la persona humana es su
vida. Tiene otros bienes y algunos más preciosos, pero éste es fundamental: es
la condición de todos los demás, por lo que debe ser protegido sobre todos los
demás.
«No le pertenece a la sociedad, ni a la autoridad
pública, en ninguna forma reconocer este derecho para algunos y no para otros”.
El respeto de la vida humana inocente es una
limitación moral de la cual nadie puede ser liberado. Se trata, pues, de un
principio que no admite excepciones ni presunciones legitimadoras.
En otras palabras, ningún pretexto, ya sea
ventaja personal, defectos genéticos, el derecho de otra persona, la salud, la
vida de una madre o el honor manchado, o la supuesta superpoblación, puede
justificar moralmente el aborto adquirido.
Escribe el Papa en Evangelium Vitae:
«Ninguna circunstancia, ningún propósito,
ninguna ley puede jamás hacer lícito un acto intrínsecamente ilícito, ya que es
contrario a la Ley de Dios que está escrita en todo corazón humano, reconocible
por la razón misma, y proclamado por la Iglesia”.
Este abominable crimen será siempre
condenable, independientemente de su extendida y espantosa práctica. Incluso la
aprobación del aborto por una mayoría de la población no podrá justificarlo.
La verdad no puede ser medida por la opinión
de la mayoría, afirma Juan Pablo II:
«Ciertamente, un cambio de mentalidad en la
gente con respecto a la naturaleza humana no puede de ninguna manera justificar
el aborto. Más bien, sólo mostraría el grado y la profundidad de un fenómeno
trágico: el embotamiento general del sentido moral”.
Agrega el Pontífice:
«La democracia no puede ser idolatrada hasta
convertirla en un sustituto de la moral o una panacea para la inmoralidad».
Pero, siendo relativistas, los abortistas no
pueden dejar de ser contradictorios.
La incongruencia más estridente es
observable, una de ellas es que ningún defensor del aborto aceptaría jamás
sufrir lo que están dispuestos a hacer sufrir al feto. Ellos tienen razón con
respecto a sí mismos. Están totalmente equivocados con respecto al nonato.
lunes, 9 de septiembre de 2019
Aborto: Un pecado que clama al cielo por venganza
EL DEBER DE TODO CATÓLICO ES DEFENDER LA VIDA DE LOS INOCENTES
En este siglo, que se ufana de un igualitarismo absoluto e inflexible, no hay acto de injusticia... o de justicia practicado contra izquierdistas, aunque sean radicales en el orden del pensamiento y terroristas en el orden de la acción, que no provoque la erupción en cadena de protestas indignadas del humanitarismo laico universal: instituciones internacionales de gran calibre, gobiernos, personalidades de las más celebradas por la propaganda, programas torrenciales de radio y televisión, vocerío de la prensa, manifestaciones de masas; todo se moviliza.
Sin
embargo, todo ese humanitarismo parece enmudecer — ¡oh, asombro!— cuando se
trata de la protección de las víctimas inocentes, sorprendidas por el asesinato
en el claustro materno,
Nosotros,
los católicos, que para execrar el aborto voluntario tenemos los más graves
motivos, ¿caeremos en tal aberración?
Peor
todavía. Esa matanza es, la mayoría de las veces, fríamente confabulada entre
el padre y la madre, y realizada con la complicidad hiperespecializada de la
ciencia. Y ello hasta tal punto que, «despenalizado» el aborto, la interrupción
técnica del embarazo será una especialidad profesional que dentro de algún
tiempo ya no causará horror. Es decir, se considerará como cosa normal la
matanza de inocentes.
Pero
todo esto, por muy malo que sea, aún no será lo peor. El nefando crimen de
asesinato de inocentes en muchísimos casos no roba a sus víctimas sólo la vida
terrena, sino también la bienaventuranza eterna, ya que, con mucha frecuencia,
los abortados expiran antes de haber recibido el Sacramento del Bautismo.
Alguien
objetará que todas esas consideraciones sólo tienen fundamento en el supuesto
de que el aborto constituye un crimen contra la vida humana; una transgresión
grave del V Mandamiento: «No matarás». Pero, añadir, una designación tan severa
parece exagerada, tratándose de la interrupción de la vida de un ente humano
todavía incompletamente constituido. Sin
embargo, éste no es el caso. Bastará con que le recordemos al lector católico
que los documentos pontificios relativos al asunto siempre censuraron severamente
el aborto.
Criminales,
sí, responsables por «intervenciones mortíferas»: la expresión fluye de la
pluma autorizada de Pío XI. Así, pues, los católicos no pueden
censurar como exagerado el calificativo dado aquí a los que practican el
aborto.
domingo, 8 de septiembre de 2019
Augurio de la redención del mundo Significado de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen
LA CELESTIAL NIÑA MARÍA Y LA VICTORIA DEL BIEN SOBRE EL MAL
Plinio Corrêa de Oliveira*
Todo lo que la Santa
Iglesia hace es inmensamente sabio, pleno de tacto. Consideren ustedes, por
ejemplo, lo siguiente: el culto de latría o adoración, que la Iglesia lo presta
solamente a Dios, por tanto a Nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo
Encarnado. El culto de dulía, de veneración, de mediación, a Iglesia lo presta
a los santos. Pero a Nuestra Señora Ella presta un culto que ni es simplemente
el de dulía, ni es de ningún modo el de latría, sino que es el culto de hiperdulía,
que es una veneración
como a ningún otro santo se presta, sin ningún paralelo,
sin ningún término de comparación, de tal manera la Santísima Virgen está por
encima de todas las criaturas.
Excluyendo la fiesta de
la Santa Navidad de Nuestro Señor Jesucristo y el nacimiento de San Juan
Bautista, la Natividad que la Iglesia celebra en su calendario litúrgico es la
de Nuestra Señora. Y además de esta, hay innumerables otras fiestas a Ella
dedicadas, mientras que para cada santo existe —como regla general— una fiesta
en el calendario y nada más. Como también, en otro orden de cosas, la Iglesia
permite y hasta estimula imágenes de los santos, pero no permite que haya en el
mismo altar más de una imagen del mismo santo. Entre tanto, para Nuestra Señora
Ella permite que haya tanto en el altar central como en los nichos o altares
laterales de las iglesias otras imágenes de Ella.
Todo esto, para dar a
entender que Nuestra Señora no tiene ningún término de comparación, e
introducir este principio teológico en mil realidades del calendario, de la
liturgia, de la vida de piedad, con un tacto y sentido de las proporciones, que
indica bien el espíritu sapiencial de la Iglesia Católica y el océano de
sabiduría que hay en Ella.
¿Por qué la Iglesia
festeja especialmente la santa Natividad de Nuestra Señora? Porque la Madre de
Dios fue tan grande, que el día en que Ella entra en el mundo marca una nueva
era en la historia del pueblo elegido.
Podemos decir que la
historia del Antiguo Testamento se divide —bajo este punto de vista— en dos
partes: antes y después de Nuestra Señora. Porque si la historia del Antiguo
Testamento es una larga espera del Mesías, esta espera tiene dos aspectos: 1)
el momento exacto que no había llegado para la venida del Mesías; la Divina
Providencia estaba, por tanto, permitiendo que esta espera se prolongase por
siglos y siglos; 2) y después el momento bendecido en que la Providencia hace
nacer Aquella que conseguirá que el Mesías venga: Nuestra Señora.
Santa Ana y la Santísima Virgen |
Hubo los Patriarcas, los
Profetas, hubo innumerables almas fieles del pueblo elegido; debe haber habido
una u otra alma fiel en medio de la gentilidad; hubo sufrimientos a lo largo de
los siglos de espera del Mesías. Pero nada de eso fue suficiente para atraer la
misericordia divina y hacer llegar el momento de la Redención. Sin embargo,
cuando Dios quiso, Él hizo nacer la criatura perfecta que habría de conseguir
esto. Entonces la entrada de esta criatura perfecta en el mundo de los vivos es
el comienzo de su trayectoria, que durante todo el tiempo atrajo bendiciones,
atrajo gracias, produjo frutos de santificación.
Ya entonces todas las
relaciones de los hombres con Dios se modificaron, y comenzó entonces en la
puerta del Cielo, que estaba trancada, como que a filtrarse luces y dejar
filtrar esperanzas de que sería abierta por el Salvador que debería venir. Todo
esto se dio desde el primer momento del nacimiento de Nuestra Señora...
La presencia de Ella en
la tierra era ocasión de gracias insignes, porque era la criatura más
contemplativa de todos los tiempos, en relación a quien ninguna otra
contemplativa ni tuvo ni tendrá paralelo. Ella poseía una irradiación personal
y una acción de presencia tan rica en bendición, que era el prenuncio de la
venida de Nuestro Señor.
Y entonces la entrada de
esta bendición, la entrada de esta gracia, de esta acción directa y personal en
la historia del mundo, ¡es incomparable! Y por causa de ello, la Natividad de
María Santísima es una fiesta que nos debe ser queridísima, es una fiesta que
nos debe hablar mucho, pues es la fiesta del inicio del derribo del paganismo.
¿Podríamos decir que hay
alguna relación de esto con la situación del mundo contemporáneo? —Existe.
En la época presente hay
como que una nueva interferencia de Nuestra Señora en la historia del mundo,
que actúa en las tinieblas del neo-paganismo.
El hecho de que Nuestra Señora
suscite almas que ya ansían por el Reino de María [1],
que piden la venida del Reino de María, luchan para que el Reino
de María venga, estas almas son —mutatis mutandis, o sea, con
todas las debidas adaptaciones y reservas— como que Nuestra Señora en el
Antiguo Testamento. Aun no vino el triunfo del Inmaculado Corazón de María,
pero sí algo que es el prenuncio de ese triunfo y que ya comienza a difundir
sus gracias, comienza a determinar también movimientos entusiásticos de
adhesión. Esto es algo como una Natividad que se repite y que prepara el Reino
de María, profetizado por Ella en Fátima.
Ustedes ven, por lo
tanto, que esta fecha es de la mayor significación. Oremos a Ella pidiendo y
poniendo como fundamento en su Natividad, y así como Ella vino a la tierra e
inmediatamente comenzó a pedir o advenimiento del Mesías y que acabase aquel
estado de cosas envuelto por el pecado, Ella nos dé un deseo ardiente del Reino
de María. Un deseo que nos arrebate por entero, un deseo sapiencial,
reflexionado, ponderado, serio, profundo, que no deje en nuestra alma apego a
más nada.
Esta sería, entonces, nuestra
oración en la noche de hoy.
(*) Extracto de
conferencia grabada “Santo del día”, del 8-8-1966, sin revisión del autor.
[1] REINO DE MARIA - San Luis María
Grignion de Montfort (1673-1716) en su Tratado de la Verdadera Devoción
a la Santísima Virgen prevé la implantación en la Tierra de una
era “en que almas respirarán a María como el cuerpo respira el aire”,
y en que incontables personas “se tornarán copias vivas de María” (Cap.
VI, art. V). A esa era, él la denomina Reino de María. Esa profecía se entronca
orgánicamente con la de Nuestra Señora en Fátima: en 1917, después de prever
varias calamidades para el mundo, Ella afirmó: “Por fin, mi Inmaculado
Corazón triunfará”.
miércoles, 28 de agosto de 2019
¡Oh! Nuestra Señora del Divino Amor, que nunca se ha oído decir que ninguna madre que haya acudido a Ti, haya sido desamparada ¡Ruega por nostros!
El coloquio de San Agustín con Santa Mónica en Ostia, y la búsqueda del Amor Divino
San Agustín y Santa Mónica |
En las
«Confesiones» de San Agustín hay un fragmento especialmente magnífico: se llama
el «Éxtasis de Ostia» o el «Coloquio de Ostia».
El episodio
es el siguiente: la madre de San Agustín, Santa Mónica (331-387), pasó unos
treinta años o más llorando pidiendo a Dios la conversión de su hijo. Parecía
que cuanto más rezaba, esta conversión se hacía más lejana. Hasta que, de
desatino en desatino, San Agustín acabó por comer las bellotas de los cerdos y
comenzó un proceso de conversión que lo hizo el gran Doctor de la Iglesia.
San Agustín,
ya convertido, y Santa Mónica decidieron volver a África del Norte, en aquel
tiempo enteramente romano, y más específicamente a la ciudad de Cartago, de
donde eran naturales, para que allí residir. Y así recorrieron una cierta parte
de Italia para tomar un barco en Ostia, que es un puerto pequeño cerca de Roma,
pero que tenía en aquel momento una cierta importancia. De allí iban a seguir
hacia África.
Se
encontraban entonces en un albergue de Ostia, apoyados junto a una ventana y
comenzaron a conversar acerca de Dios y de las cosas del Cielo, cuando los dos
juntos tuvieron un éxtasis.
San Agustín
relata este coloquio extraordinario y es uno de los fragmentos más famosos de
las «Confesiones». Pocos días después Santa Mónica moría, aún estando en la
ciudad de Ostia. Su misión en la tierra estaba cumplida y Nuestro Señor la
llamó al Cielo para gozar del premio que merecía.
Entonces, el
último lance de su vida fue exactamente la alegría de tener en la tierra con su
hijo este coloquio, que era un preanuncio, un adelantamiento de la visión
beatífica. Tengo la impresión de que a cualquiera de nosotros que pasara por
Ostia, nos gustaría ver si todavía existe ese alojamiento.
Resolví leer
aquí la narración de ese coloquio, porque es una página célebre y abre nuestros
horizontes hacia los grandes portentos en la perspectiva de la hagiografía y de
la doctrina católica. El texto se extrae directamente de las «Confesiones»:
“Estando ya
inminente el día en que había de salir de esta vida –que tú, Señor, conocías, y
nosotros ignorábamos…”
Estas
interpelaciones directas de San Agustín a Dios son magníficas. Los señores
deberían leer los «Soliloquios» de San Agustín, que están en nuestra biblioteca
y que son algo absolutamente estupendo.
“…sucedió a
lo que yo creo, disponiéndolo Dios por tus modos ocultos, que nos hallásemos
solos yo y ella apoyados sobre una ventana, desde donde se contemplaba un
huerto o jardín que había dentro de la casa, allí en Ostia Tiberina, donde,
apartados de las turbas, después de las fatigas de un largo viaje, cogíamos
fuerzas para la navegación.
“Allí solos
conversábamos dulcísimamente; y olvidando las cosas pasadas, ocupados en lo por
venir, nos preguntábamos los dos, delante de la verdad presente que eres Tú,
cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni
el corazón del hombre concibió.
“Abríamos
anhelosos la boca de nuestro corazón hacia aquellos raudales soberanos de tu
fuente –de la fuente de vida que está en Ti– para que, rociados según nuestra
capacidad, nos formásemos de algún modo una idea de algo tan grande”.
Les hago
notar la maravilla de la expresión «los labios del corazón» … quiere decir,
aquello por donde el corazón bebe, por donde el corazón sorbe, estaban abiertos
para recibir de Dios aquello que en esta vida terrena se puede recibir acerca
de las alegrías del Cielo.
“Y como llegara nuestro discurso a la conclusión de
que cualquier deleite de los sentidos carnales, aunque sea el más grande,
revestido del mayor esplendor corpóreo, ante el gozo de aquella vida no sólo no
es digno de comparación, sino ni siquiera de ser mencionado, levantándonos con
un afecto más ardiente hacia el que es siempre el mismo, recorrimos
gradualmente todos los seres corpóreos, hasta el mismo Cielo, desde donde el
sol y la luna envían sus rayos a la tierra”.
Es una
verdadera búsqueda de lo absoluto. Ellos empezaron a considerar: primero las
cosas de la tierra, que lisonjean los sentidos, porque estaban en el Imperio
Romano decadente, en que había fortunas fabulosas y personas que tenían un lujo
para deleitar los sentidos del que Uds. no tienen idea. Entonces, la primera
oposición es de la felicidad celestial con la felicidad de los hombres, que en
el tiempo del Imperio, eran tenidos como felices. Respuesta: esto no es nada.
Entonces, empiezan a preguntar: ¿cómo es entonces la felicidad verdadera? Y
empiezan a recorrer los cielos, a imaginar con los datos del cielo material y visible,
como sería el paraíso celestial material, pero invisible, y cómo sería la
gloria de la visión beatífica que en este paraíso se goza. Este es el esquema
de su conversación. Entonces continúa:
“Y subimos
todavía más arriba, pensando, hablando y admirando tus obras; y llegamos hasta
nuestras almas y las sobrepasamos también, a fin de llegar a la región de la
abundancia que no se agota, en donde Tú apacientas a Israel eternamente con el
pasto de la verdad, y la vida es la Sabiduría, por quien todas las cosas
existen, tanto las ya creadas como las que han de ser, sin que ella lo sea por
nadie; siendo ahora como fue antes y como será siempre, o más bien, sin que
haya en ella fue ni será, sino sólo es, por ser eterna, porque lo que ha sido o
será no es eterno”.
Es decir,
después de haber considerado todas las cosas materiales, comenzaron entonces a
considerar el alma como elemento para tener algo de la idea de la belleza, de
la perfección de Dios. Y después de considerar el alma, llegaron a la
conclusión de que en el ápice de todo esto figuraba la Sabiduría Eterna e
Increada. Esta Sabiduría que es eterna, que no tiene pasado, ni presente ni
futuro. En esa consideración sapiencial, suprema, que sus espíritus se
detuvieron.
“Y mientras
hablábamos y suspirábamos por ella…”
Es decir,
buscando conocer a Dios como Sabiduría, en cuanto fin y explicación de todas
las cosas. Los señores ven como esto es diferente de una meditación «herejía
blanca» (expresión utilizada por el Prof. Plinio en el sentido de una «actitud
sentimental que se manifiesta sobre todo en cierto tipo de piedad edulcorada y
una posición doctrinal relativista que busca justificarse bajo el pretexto de
una pretendida ‘caridad’ hacia el próximo»– cfr. “O Cruzado do século XX –
Plinio Corrêa de Oliveira”, Roberto de Mattei, Ed. Civilização, Porto, 1998,
tópico 7).
“…llegamos a
tocarla un poco con todo el ímpetu de nuestro corazón.” Es el éxtasis. Mientras
conversaban acerca de estas cosas, conducidos por la gracia de Dios, en cierto
momento la Sabiduría se reveló a ellos, y tuvieron un fenómeno místico por
donde vieron a Dios.
San Agustín, La Santísima Virgen y Nuestro Señor en la Cruz |
Ustedes ven
que es algo muy natural: son dos santos que tienen una conversación, que es una
oración. Esta va subiendo de vuelo, de punto en punto, y cuando llega a su
ápice, entonces les aparece Dios Nuestro Señor, pero aparece de manera a
hacerse conocer como Sabiduría Eterna. Y todo esto con tanta simplicidad, en
una ventana de un albergue de Ostia
“y
suspirando y dejando allí prisioneras las primicias de nuestro espíritu.
Es decir, lo
que había de mejor en ellos quedó en la visión, no volvió a la tierra.
“…regresamos
al estrépito de nuestra boca, donde el verbo humano tiene principio y fin, en
nada semejante a tu Verbo, Señor nuestro, que permanece en sí sin envejecer, y
renueva todas las cosas.”
Aquí hay una
insinuación de que Dios les dijo una palabra. Naturalmente es el Verbo. Y que
esto que fue dicho por Dios sobre Su propia Sabiduría, fue cualquier cosa tal
que lo que continuasen a conversar sería un balbuceo. La visión cesó y las
palabras de ellos eran vacías a la vista de lo que Dios había revelado de sí
mismo.
“Y decíamos
nosotros: Si hubiera alguien en quien callase el tumulto de la carne; callasen
las imágenes de la tierra, del agua y del aire…”
Es la doctrina
de los cuatro elementos.
“…callasen los
mismos cielos y aun callase el alma misma y se remontara sobre sí, no
“…puesto que
todas estas cosas dicen a quien les presta oído: No nos hemos hecho a nosotras
mismas, sino que nos ha hecho el que permanece eternamente– ; si, dicho esto,
callasen, dirigiendo el oído hacia aquel que las ha hecho, y sólo Él hablase,
no por ellas, sino por sí mismo, de modo que oyesen su palabra, no por lengua
de carne, ni por voz de ángel, ni por sonido de nubes, ni por enigmas de
semejanza, sino que le oyéramos a Él mismo”
“…a quien
amamos en estas cosas, a Él mismo sin ellas, como al presente nos elevamos y tocamos
rápidamente con el pensamiento la eterna Sabiduría, que permanece sobre todas
las cosas”.
«Supongamos
que oímos a Aquel que amamos en las criaturas, pero sin el intermedio de ellas,
como acabábamos de experimentar, alcanzando en un vuelo del pensamiento, la
Eterna Sabiduría que permanece inmutable sobre todos los seres».
Es decir, él
imagina un alma que no piensa en nada más creado, que logra abstraer de todo y
que de repente oye una palabra de Dios que dice algo acerca de sí mismo.
«Si esta
contemplación continuara y si todas las demás visiones de orden muy diferente
cesara, si únicamente ésta arrebatara el alma y la absorbiera, de modo que la
vida eterna fuese semejante a este vislumbre intuitivo ‒la visión beatifica‒
por el cual suspiramos, ¿no sería esto la realización del «entra en el gozo de
tu Señor»? ¿Y cuándo sucederá esto? ¿Será cuando todos resucitemos? Pero
entonces, ¿no seremos todos transformados?”
Él afirma
entonces que si un alma pudiera quedarse eternamente sólo en aquel vislumbre,
ya tendría un placer paradisíaco inefable, extraordinario.
«Aunque
esto, decíamos, no por el mismo modo y por estas palabras, sin embargo, bien
sabéis, Señor, cuánto el mundo y sus placeres nos parecían viles, aquel día
cuando hablábamos. Mi madre añadió: ‘Hijo mío, en cuanto a mí, ya nada me da
gusto en esta vida. No sé lo que hago todavía aquí, ni porque todavía esté
aquí, se desvanecieron ya las esperanzas de este mundo. Por un solo motivo
deseaba prolongar un poco mi vida: para verte cristiano y católico, antes de
morir. Dios me concedió esta gracia sobreabundantemente, pues veo que ya
desprecias la felicidad terrena para servir al Señor. ¿Qué hago, yo, pues,
aquí? ‘»
Muerte de Santa Mónica |
Santa
Mónica, en esta visión, tuvo el preanuncio de su propia muerte, comprendió que
no tenía nada más que hacer. Ahora los señores consideren la diferencia de una
gran santa con una madre tierna (excesivamente sentimental). Esta última diría:
«Ahora que mi hijo está convertido, comenzó para mi la vida! Yo voy a oír sus
sermones, voy a ver sus obras, voy a vivir con él una vida deliciosa en la casa
episcopal, admirando la virtud y el talento de aquel que yo generé para la vida
natural y que yo arranqué, por mis oraciones, a la muerte eterna, Para ser un
gran santo. Ahora todo está bien… »
Santa Mónica
no quería ver a su hijo para nada de eso. Ella lo quería para Dios. Cuando
sintió que San Agustín estaba en las manos de Dios, no quiso perder tiempo
viéndolo servir a Dios. Algunos días después expiró.
Es una gran
santa y su último gran lance de la vida es narrado por un gran santo.
Aquí vemos
un poco lo que es la vida de un santo, cuando no es descrita por un «herejía
blanca». Ustedes ven cuántas cosas hay de común con esa narración ‒y de la que
ya me había olvidado completamente‒ con las conferencias sobre la «Búsqueda del
Absoluto» y temas conexos que hemos hecho aquí últimamente.
Plinio
Corrêa de Oliveira, conferencia sin revisión del autor (Santo del día) 31 de
agosto de 1965
jueves, 22 de agosto de 2019
¡Cor Sapientiale et Immaculatum Mariae! ¡Opus tuum Factum!
“Ella guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón”
Lucas: (2,19)
¡Corazón Sapiencial e Inmaculado de María! ¡Haz tu Obra en Nosotros!
Milagrosa Imagen de la Santísima Virgen de El Buen Suceso Quito - Ecuador |
María ha colaborado con
el Espíritu Santo a la obra de los siglos, es decir, la Encarnación del
Verbo. En consecuencia, Ella realizará
también los mayores portentos de los últimos tiempos: la formación y educación
de los grandes santos, que vivirán hacia el fin del mundo, están reservadas a
Ella, porque sólo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar en unión al Espíritu Santo, las cosas singulares y extraordinarias.
De lo que acabo de decir
se sigue evidentemente: En primer lugar, que María ha recibido de Dios un gran
dominio sobre las almas de los elegidos.
Efectivamente, no podía
fijar en ellos su morada, como el Padre le ha ordenado, ni formarlos,
alimentarlos, darlos a luz para la eternidad como madre suya, poseerlos como
propiedad personal, formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ello, echar en
sus corazones las raíces de sus virtudes y ser la compañera indisoluble del Espíritu
Santo para todas las obras de la gracia… No puede, repito, realizar todo esto,
si no tiene derecho ni dominio sobre sus almas por gracia singular del
Altísimo, que, habiéndole dado poder sobre su Hijo único y natural, se lo ha
comunicado también sobre sus hijos adoptivos, no sólo en cuanto al cuerpo lo
que sería poca cosa sino también en cuanto al alma.
Sabemos que Nuestra
Señora, por derecho es Reina del Universo, puesto que Dios Nuestro Señor le
entregó la regencia efectiva del Cielo y de la Tierra.
Para los que le siguen,
Ella establece un dominio que ejerce de Corazón a corazón. El corazón es el
símbolo de la mentalidad, es decir el modo según el cual la persona ve y como quiere
las cosas.
¿Cómo el Sapiencial e Inmaculado
Corazón de María, torna efectiva esta autoridad jurídica e indiscutible sobre
el mundo? Por medio de su Corazón. Ella toca los corazones y hace que las
almas, recibiendo gracias muy abundantes, le sigan.
¿Cómo son esas gracias?
Es la gracia de comprender el Corazón de Ella. De conocer y amar su sabiduría y
la nota Inmaculada que existe en toda su persona. Por así decir, nos conquista
y nos encanta. Y de este modo se torna obedecida por nosotros.
De manera que su Corazón
es un cetro con el cual Ella gobierna a todos aquellos que le obedecen en el
mundo.
La fiesta de Nuestra
Señora Reina es, en gran medida, la fiesta de su Inmaculado Corazón, por eso
cabe bien que en esta fecha veneremos y demos culto al Inmaculado Corazón de
María.
¿De qué manera?
Diciéndole “Tornad mi corazón semejante al Vuestro”. Semejante no quiere decir
vagamente parecido, no. Quiere decir parecido en todo cuanto está en los
designios de la Providencia que se parezca.
Y así podemos pedirle:
“Madre mía, yo no soy lo bastante fuerte para darme a Vos: dominadme. Entrad en
mí con gracias tales, que yo prácticamente no resista. Esta puerta, Madre mía,
que yo por miseria no abro, derrumbadla. Yo espero detrás de ella con mi
sonrisa, mi reconocimiento y mi gratitud”.
Plinio Corrêa De Oliveira
martes, 20 de agosto de 2019
San Bernardo de Claraval
Celo ardiente por la gloria de la Santísima Virgen
De
tiempo en tiempo la Providencia hace surgir hombres providenciales que marcan
todo su siglo, como San Bernardo, el Doctor Melifluo, cantor de la Virgen, gran
predicador de cruzadas, extirpador de cismas y herejías, pacificador eximio y
uno de los mayores místicos de la Iglesia.
En una familia privilegiada, de gran fortuna y poder,
nació Bernardo, al final del siglo XI. Su mayor riqueza, sin embargo, era una
arraigada fe católica. Su padre, Tecelin, gran señor, era bueno y piadoso; y su
madre, Alicia, sería venerada como bienaventurada por la Iglesia en Francia.
Cuando nació Bernardo, el tercero de siete hijos,
además de ofrecerlo a Dios, como lo hacía con toda su prole, ella lo consagró
al servicio de la Iglesia.
La ciencia de los santos la aprendió Bernardo con sus
padres; y la del mundo, con los padres de la iglesia de Châtillon-sur-Seine.
El niño era extremamente bien dotado. Además de buena
apariencia física, tenía Bernardo una inteligencia viva y penetrante, elegante
dicción, suavidad de carácter, rectitud natural de alma, bondad de corazón, una
conversación atrayente y llena de encanto. Paralelamente, una modestia y una
propensión al recogimiento que lo hacían parecer tímido.
Radicalidad en la virtud de la pureza
Con tantas cualidades naturales y una posición social
envidiable, al crecer podría haberse fácilmente desviado hacia el mundanismo.
Pero Bernardo probó que la alta condición social, si
es vivida con fe, puede incluso ayudar a la práctica de la virtud. Su
temperamento, inclinado a la meditación, se abrió a la acción de la gracia, que
lo llevaba a escoger siempre la virtud al placer, las cosas de Dios a las del
mundo.
A los 19 años era alto, bien proporcionado, con
profundos ojos azules iluminando un rostro varonil, enmarcado por una cabellera
rubia. Su porte era al mismo tiempo noble y modesto.
Cierto día, en una recepción social, la figura de una
joven lo atrajo y lo perturbó. Inmediatamente, para apartar aquella visión que
se le volvió casi obsesiva, se arrojó en un tanque de agua fría y ahí
permaneció hasta que lo sacaron. Hizo entonces el propósito de consagrarse
totalmente a Dios.
Prodigiosa población de la Abadía del Císter
El año 1098 San Roberto había fundado, en un valle
llamado Císter, una rama reformada de la famosa abadía de Cluny, ya entonces en
decadencia. La severidad de su regla fue alejando a los candidatos, mientras
sus monjes antiguos iban muriendo. San Esteban Harding, sucesor de San Roberto,
pedía constantemente a Dios nuevas vocaciones; pero éstas no aparecían. Pensaba
ya cerrar definitivamente las puertas de la abadía, cuando un día treinta
nobles caballeros aparecieron, pidiendo ingresar en la Orden. Eran Bernardo con
sus hermanos, un tío y amigos, a quienes había convencido de acompañarlo. Más
tarde los seguirían su hermano menor y el propio padre, mientras que su única
hermana también se dedicaría a Dios, muriendo en olor de santidad.
Era tan intenso el don de persuasión que poseía este
hombre lleno de amor de Dios que, al predicar, las mujeres sujetaban a sus
maridos y las madres escondían a sus hijos, por miedo a que lo siguiesen...
Comunicación continua con Dios
Bernardo se entregó a la práctica de
la regla como monje consumado. Puesto que, en los caminos de la virtud, hay
varias vías para alcanzar la santidad, Bernardo se dio con total radicalidad a
la bella vía para la cual se sentía llamado por Dios. Dominó de tal manera sus
sentidos, que comía sin sentir el sabor, oía sin oír. Dominó el paladar a tal
punto, que una vez bebió sin percibir un vaso de aceite, en vez de agua. Formó
para sí una “celda interior”, en la cual vivía tan recogido que, después de dos
años, desconocía si el techo de la abadía era abovedado o liso, ni si había
ventanas en la capilla. Su comunicación con Dios era continua, de manera que
incluso mientras trabajaba no perdía su recogimiento interior.
Pensaba que el monje debía tener el dominio de sí,
incluso durante el sueño; y más tarde, cuando oía roncar a alguno de los
hermanos, decía que eso era dormir de un modo carnal y en el estilo de los
seglares. Huía del sueño como de una imagen de la muerte, concediéndole tan
poco tiempo que mal podía decirse que dormía.
Bernardo quería santos en su milicia. Por eso decía a
menudo a sus novicios: “Si deseáis vivir en esta casa, es necesario dejar
afuera los cuerpos que traéis del mundo; porque sólo las almas son admitidas en
estos lugares, y la carne no sirve para nada”.
Fundador de Claraval, atraía las almas a Dios
San Esteban Harding veía maravillado a aquel joven con
la madurez y prudencia de un anciano. Y apenas dos años después de su entrada
en el Cister, lo envía como superior de un grupo de monjes para fundar la
abadía de Claraval. Bernardo tenía apenas 25 años.
La nueva abadía quedaba en un lugar descuidado y
agreste, siendo por eso llamado Valle del ajenjo. San Bernardo lo transformaría
en el Valle Claro, o Claraval, extendiendo su fama por toda Francia y, después,
por Europa. Muchos eran los nobles que iban a visitarlo y terminaban quedando
como discípulos suyos.
La pobreza de la abadía en sus inicios era espantosa:
no tenían para comer sino hierbas silvestres; mal se vestían, sufriendo todas
las intemperies. Ésa era la riqueza de esos verdaderos héroes, que habían
abandonado todo por Cristo.
Bernardo alcanzó un grado supereminente de amor de
Dios y de unión con la voluntad divina, pero le faltaba aún comprender bien la
debilidad humana de sus subordinados. Tenía escrúpulos de dirigirlos por la
palabra, creyendo que Dios les hablaría en lo íntimo del alma mucho mejor que
él. Estaba en esa tentación, cuando cierto día se le apareció un Niño todo envuelto
en una luz divina. Con gran autoridad, éste ordenó le dijese todo cuanto le
viniese al pensamiento, porque sería el propio Espíritu Santo que hablaría por
su boca. Al mismo tiempo Bernardo recibió una gracia especial de comprender las
debilidades de los otros y de acomodarse al espíritu de cada uno, para
ayudarlos a vencer sus miserias.
El modo cómo Bernardo atraía vocaciones hacia Claraval
era milagroso. Por ejemplo, todo un grupo de nobles, que por curiosidad
quisieron un día conocerlo. Actuaba como si fuese un poderoso imán para atraer
almas a Dios.
La atracción más asombrosa fue la de Enrique de
Francia, hermano del Rey Luis VII. Este príncipe fue a Claraval a tratar de un
importante asunto con San Bernardo. Cuando iba a salir, pidió ver a todos los
monjes, a fin de encomendarse a sus oraciones. Bernardo le dijo que pronto
experimentaría la eficacia de esas oraciones. El mismo día Enrique se sintió
tan tocado por la gracia que, olvidándose que era entonces el sucesor de la
corona, quiso quedarse en Claraval. Más tarde fue Obispo de Beauvais, y después
Arzobispo de Reims.
Con ello Claraval creció tanto, que habitualmente su
número era de 600 a 700 monjes. A pesar de ello, cada uno mantenía el
aislamiento interior y el silencio, como si estuviese sólo. Jamás un monje
estaba inactivo, habiendo siempre algún trabajo manual que hacer, si no
estuviese en oración en el coro o en su celda.
Con el tiempo y el número creciente de vocaciones,
Bernardo pudo fundar 160 casas de su Orden, no sólo en Francia sino también en
otros países de Europa.
Extirpador de un cisma
La misión pública de San Bernardo casi no tuvo similar
en la Historia. Fue él, por ejemplo, llamado para combatir el cisma del
antipapa Anacleto II. Recorrió entonces Europa, conquistando reyes y reinos
para la justa causa. Fue el alma de los Concilios de Letrán, de Troyes y de
Reims, convocados por el Papa para tratar de los asuntos de la Iglesia. Se
opuso al Emperador alemán Lotario II que, aprovechándose del cisma, quería
recibir las investiduras de las iglesias. Bernardo no sólo lo hizo desistir de
ello, sino también lo convenció de reconocer al Papa verdadero.
Bernardo intentó —juntamente con San Norberto—
conquistar al antipapa. Pero en vano; éste fue renuente y se rehusó a oír
cualquier argumento.
La prédica de San Bernardo era en general acompañada
de gran número de milagros. Libraba a poseídos del demonio, restituía la vista
a los ciegos, el movimiento a los paralíticos, la voz a los mudos, la audición
a los sordos. El cardenal d’Albano, sujeto a fuertes fiebres, fue curado
bebiendo el agua que fue pasada en un plato donde comiera el Santo.
Prácticamente no podía andar sin ser seguido por una
multitud de enfermos y de sanos que querían tocarlo.
Tenía que hablar a la multitud desde una ventana, para
protegerse.
Estaba en Italia cuando la muerte repentina del
antipapa Anacleto hizo cesar el cisma, que había durado siete años. Eligieron a
un sucesor, pero Bernardo lo convenció de la ilicitud de esa elección, del
riesgo de su eterna salvación y lo llevó arrepentido a los pies del verdadero Papa.
Con ello terminó el cisma.
En todas partes el santo era mirado como “el padre de
los fieles, la Columna de la Iglesia, el apoyo de la Santa Sede, el Ángel tutelar
del pueblo de Dios”.
Aniquila herejías y predica la II Cruzada
Bernardo
fue el protector de la fe contra las herejías de Pedro Abelardo y Arnaldo de
Brescia, que querían renovar los antiguos errores de Arrio, Nestorio y Pelagio.
Combatió también los errores de Gilberto de la Porée, Obispo de Poitiers.
Pero la principal herejía que el Santo combatió fue la
de un monje apóstata, Enrique, que en el Languedoc movía una guerra cruel a la
Iglesia, atacando a los Sacramentos y a los sacerdotes fieles.
El santo abad fue también llamado a predicar la II
Cruzada, lo que hizo con la fuerza de su elocuencia y el poder de los milagros.
Cuenta su secretario que en Alemania curó, en un sólo día, a nueve ciegos, diez
sordos o mudos, diez mancos o paralíticos. En Mayence, la multitud que lo rodeó
fue tan grande, que el Rey Conrado fue obligado a tomarlo en sus brazos para sacarlo
ileso de la iglesia.
Cantor de la Virgen
La devoción de Bernardo hacia Nuestro Señor Jesucristo
y a la Virgen María eran incomparables. Cierto día, cuando entraba en la
catedral de Spira, en Alemania, en medio del Clero y del pueblo, se arrodilló
tres veces, diciendo a la primera: “¡Oh clemente!”; a la segunda: “¡Oh
piadosa!”; y a la tercera: “¡Oh dulce Virgen María!”. La Iglesia añadió después
estas invocaciones al final de la Salve.
En fin, muchísimas cosas más se podrían decir de este
Santo excepcional. Estando próximo a morir, sus hijos espirituales hacían
violencia a los Cielos para conservarlo en la Tierra. Él se lamento dulcemente:
“¿Por qué deseáis retener aquí a un hombre tan miserable? Usad de la
misericordia para conmigo, yo os lo pido, y dejadme ir hacia Dios”;lo cual
ocurrió el día 20 de agosto de 1153.
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